Capri exsiste
Al atardecer Capri recupera el elitismo tipico della isla.
Marie Claire (Spain) - 01/09/2002
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Desde que el emperador Tiberio decidió regir los destinos del imperio romano, desde esta isla situada en el golfo de Nápoles, Capri no ha hecho sino acrecentar su fama de elegante y elitista, lo cual es achacable al capricho de la moda. Su costa rocosa y sus grandes desniveles dentro de la misma isla, además de su imagen un tanto decadente, provocan una cierta incomodidad para el visitante.
Entonces, ¿por qué Capri ha alcanzado esa fama de isla del Mediterráneo por excelencia? Porla estela dejada por los varios escritores románticos en busca de inspiración, por los bohemios escapados del mundo aburguesado y por los homosexuales con fortuna que, en los años cincuenta, encontraron en Capri el lugar idóneo para dar rienda, suelta se observados. Todo ello provocó la atención de los medios de comunicación, que coronaron a Capri como la reina de la noche eterna. Esa estela ha dado lugar a un tipo de vida conocido como el «modelo Capri», la máxima expresión de «la dolce vita», donde observar y sentirse observado constituyen un juego en el que todos participan. Brigitte Bardot, María Callas, Grace Kelly, Ava Gardner, Jacqueline Kennedy... son algunas de las divas que pasaron por aquí, buscando un escape a sus vidas. Y fue una ayuda recíproca: Capri les añadía encanto y ellas aumentaban el glamour de la isla. Hoy en día, esas divas del celuloide han sido sustituidas por top models y actores de moda, con quienes puedes coincidir fácilmente en cualquiera de los chiringuitos diurnos o lugares de moda nocturnos.
Todo un aliciente para no dejarte llevar por la pereza.
Los tiempos y sus modas pasan, pero no para esta isla que soporta con inigualable elegancia, cada verano, la masiva llegada de japoneses, norteamericanos y centroeuropeos que, tras un trayecto en ferry de poco más de media hora desde Nápoles, se hacen las fotos de rigor en La Piazzetta, la forma coloquial con que se conoce el centro neurálgico de Capri, la plaza de Umberto I, donde se concentran las tiendas más elegantes, las terrazas de moda y los restaurantes más chic, bajo la atenta mirada de las blancas bóvedas de San Stefano. Por cierto, esa plaza es el lugar idóneo para descansar a tomar algo y el comienzo de cualquier aventura nocturna.
Comienza la noche Así, al atardecer, Capri recupera su elitismo y debes prepararte para cantar en vivo canciones napolitanas en Anema e Core o en Guarracino, lugares únicos en donde todo el mundo es tratado como si fuera amigo de toda la vida. Locales divertidos donde si entras sola tienes muchísimas posibilidades de salir formando parte de un grupo. El carácter italiano del que hemos oído hablar tanto, su alegría mezclada con una sublime coquetería, está presente a raudales.
No hay playas ni arena como las que conocemos en España y moverte de Capri a Anacapri, la «capital» de la parte alta de la isla (y viceversa, claro), te obliga a coger uno de los 63 enormes taxis con toldos, anunciando al diseñador Roccobarroco y que circulan estilo kamikaze por las estrechísimas carreteras de la isla. Pero algo mágico tiene este lugar, además de la mágica noche, el lujo ostentoso de sus tiendas y enormes yates anclados bajo los farallones: su alma apegada a la tierra y sus lugares con encanto, como la Grotta Azzurra, con su agua azul iluminada desde abajo; Villa Jovis, las ruinas del palacio de Tiberio desde las cuales hay una de las mejores vistas de la isla; la misma iglesia de San Michele en Anacapri, cuyo suelo está prohibido pisarlo; todos ellos lugares ultraconocidos pero desiertos -salvo en el mes de agosto-, de manera que cuando estás ahí parece que los has descubierto tú y que están ahí sólo para ti.
Además, la soledad y el silencio son excelentes compañeros para las emociones estéticas, y Capri está repleto de ellas.
Sin duda alguna, es recomendable que disfrutes de la noche, pero sin olvidar para nada la magia de su hermosura, que sabrá embriagarte.
¿Qué más se puede pedir?
¿Es habitual una isla del Mediterráneo que haya sabido conservar su arquitectura casi ancestral y prohibido construcciones tipo
Benidorm? ¿Y si a esas maravillosas casas las llenas de flores, corno las cascadas de buganvillas?
El resultado es Capri, porque su buen gusto no sólo está reñido con lo moderno, sino también con lo impoluto: las casas tienen un cierto aire decadente, corno si estuvieran un tanto abandonadas durante el invierno, lo cual no hace sino añadir más encanto al que ya tiene de por sí.
Pinos y olivos; flores y cactus; roca y mar. Su naturaleza sobria ha sido maquillada por el lujo, pero la isla es sobria, casi salvaje, nada blanda. El sol quema, aniquila, ahoga, y cuando el viento brama, más vale estar bien resguardado. Pero no te vayas a creer que su naturaleza es terrible: puedes contemplar, tumbada en una hamaca y bebiendo un refresco, los atardeceres más hermosos del Mediterráneo desde el Café del Faro, en Punta Carena, o ir de tiendas por las blancas callejuelas de Capri. Tú eliges.