Capri El enigma melancólico
Ya no es la apacible isla visitada por Albert Camus o Graham Greene, por Lenin o por el conde Ciano. Sin embargo, no ha perdido un encanto que desde hace al menos dos mil años embriaga al que llega.
Fuera de serie - 01/11/2007
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EL EMPERADOR TIBERIO puso esta isla de la costa napolitana en el mapa cuando, tras suceder a Augusto, decidió gobernar desde aquí en el 16 d.C. Para tranquilizar su conciencia, construyó doce villas dedicadas a otros tantos dioses. La filosofía y la lejanía de Roma le ayudaron a dejar un imperio ordenado y sin guerras.
Desde entonces, Capri ha sido un recinto constituido por personajes especiales. Uno de ellos fue el médico sueco y mundano playboy, Axel Munthe (18571949). Médico de cabecera de los reyes de Suecia desde 1903, convenció a la reina Vietoda de que se fuera servir a la isla. Es autor de la novela (medio autobiográfica) EI libro de San Michele excelente calidoscopio del ruido del mundo en 1929, paralelo al Suaves es la noche de Scott Fitzgerald.
Fue también un defensor de los parajes de la isla, y compró el parque natural de Monte Barbarrossa para proteger a los pájaros migratorios que pasaban por ella. i joy, tanto su casa, villa San Michele, en Anacapri, como el parque, son visitables.
Con su novela, Munthe atrajo a la jet de la época a este paraje? entonces dominado por otro personaje peculiar, Edwin Cerio (18751960), alcalde de 1920 a 1924. Este ingeniero naval supo ver que el estilo peculiar de la isla, su simplicidad, era lo que había que respetar. Así, organizó il Convegno di Paesaggio en 1922, cuyas actas siguen siendo unas reflexiones lúcidas, más que la Carta de Atenas de Le Corbusier Cerio frenó a los promotores milaneses, encontró en la política, o en su desengaño, el paso a la escritura. Es autor de novelas en las quent amor gira siempre desde el lado gastronómico (il Miracolo di Baccalá 1938, y Conserve e Affine, 1949).
MUNDO HETEROGÉNEO.
EI liberal Cerio fue el protector del paisaje y de la arquitectura, pero también de comunistas como Pablo Neruda u homosexuales como el austriaco Norman Douglas (1868-1952), escritor en inglés que? con South Wind preparó el terreno para el Capri de los años 20. Luego describió más técnicamente la isla en Footnote on Capr¡? en 1952. De él es el delicado libro de recetas afrodisíacas Venus in the Kite/ten.
Aquí invernaron personajes como Máximo Gorki, que hospedo a Lenin en 1908; los poetas Rilke y Cocteau, los escritores Graham Greene y Marguerite Yourcenar, el empresario Krup, Picasso con Diaghilew y su tropa, los futuristas Prampolini y Marinetti, o la actriz Gracie Field, que fundó el balneario La Canzone del Mare, aunque para mantenerlo hubo de casarse varias veces.
A diferencia de otras islas mediterráneas, Capri esso paisaje y su literatura. Es más que una roca tajada sobre el mar que mira desde su altura? rots desdén, a ese golfo industrial que es Nápoles ya su histórica amenaza personificada en el Vesubio. Por supuesto, respira como Ibiza el olor a duty free de aeropuerto, pero con poso de bachiller cultural. Un libro recomendable es el de Humbert Kessel, Capri. Biographic einer lnsel (Munich, 1971).
ITINERARIOS. Para visitar la isla hay que elegir bien los recorridos para huir del horrible tráfico cotidiano. Ose visita la zona de Capri o la de Anacrapi, ose va a la playa ose recorre la isla desde el mar. Hay informacion en la web www.capritourism.com; para conexiones marítimas en Nápoles, lo mejor es consultar a la naviera Snav, y para quien tenga prisa, los helicópteros Sam www.flywithsam.it. Es mejor no ir en barco propio nunca. La Marina como la de Jávea no acoge más que altu nativos.
La isla se constituye con dos ciudades gemelas, Capri y Anacapri, esta última más seria y ahora habitada por los nuevos Tiberios empresariales, como Della Valle y Montezemolo.
Hay más de 20 hoteles de 465 estrellas (Best Western y Albergo A Paziella en la ciudad; Weber Ambasador en Marina Piccola, Marriot). El César Augusto, mirando al Vesubio en Anacapri, o el Tragara son recomendables por su localización. Infinidad de restaurantes pueblan la isla que, cada año, cambian de nivel como los bistros de cualquier capital. La familia Gargiulo posee cuatro, desde el más antiguo, La Pigna, al más moderno, Caprimoon, cori la seguridad de 40 años de oficio. Con innumerables buenos bares de copas, Capri es el reino de la mundanidad y de la extravagancia? pero no desde el South Wind, que calienta los espíritus, sino desde antes de Tiberio.
Los romanos utilizaron Capri por su espléndido clima, donde proyectaron calzadas y el fastuoso Belvedere de Tragara. Se pueden ver grutas como la Azzura o la de Matermania, y también las casas de villa Damecuta, o la villa Solitaria de Cerio o la Lysis (célebre por los festines dados en sus jardines por el escritor francés Jacques Fersen).
Pero la casa por excelencia (y una de las mejores del siglo XX) es la del escritor Curzio Malaparte, con diseño de Adalberto Libera, el arquitecto italiano más amado por los cineastas. En su romano Palazzo dei Congressi rueda Bertolucci Il Conformista y en el de Correos? Scola film Brulli, specchi e cattivL Aquí en la casa ruedan? colas escalinatas que bajan al mar, Liliana Cavani Lapelle y Jean Luc Godard el film Le Mepris (El desprecio) en 1963? con Brigilte Bardot y un cameo de Fritz Lang en el papel de director de cine y políglota habla en alemán paia discutir intelectualmente; en inglés para dialogar sobre el cine; y, con los amigos, en francés?
como la vida misma.
La visita a pie a esta villa es obligada, como a las ruinas de la villa de Tiberio, construida por el arquitecto africano Masgaba, cuya tumba parece que estuvo no lejos de la casa Coma me de Malaparte. Cuando, imaginariamente, el general Rommel le pregunta quién ha hecho la casa, el escritor responde: "Ya estaba, yo sólo he puesto la escenografía".
Como la casa de Malaparte, Capri no es una isla? coon lugar de la mente y un episodio arquitectónico. Es una terraza convertida en panorama y en ara de sacrificio. Como el templo de Se gesta está levantado en el soporte verde de la colina palermitana, Capri es un enigma melancólico suspendido en el azul del mediterráneo.