Así como Villa Jovis expresa y resume desde el alto del Monte Tiberio el periodo imperial de Capri, la Cartuja, hundida, junto con sus extensas fábricas, en el cerrado valle entre la altura del Castiglione y el Monte Tuoro, expresa el periodo medieval y monástico de Capri en su forma más áulica y monumental.
Carecemos de elementos para admitir, o excluir, la pre-existencia en este lugar de una villa romana, pero la falta de trazos seguros de ruinas y la propia posición baja del edificio monástico hacen pensar que el lugar hubiera sido excluido del cálculo de las fábricas imperiales.
La presencia a lo largo de la actual vía de Tragara de la larga fila de "Camarotes" que, según la interpretación más verosímil, servían además de cisternas, de viaducto de comunicación entre las pendientes de las colinas, señalaba la línea inferior extrema a la que llegaban en ese tramo las villas romanas: éstas, en cambio, dominaban el valle con la suntuosa "Villa del Castiglione" y con la menor de "Unghia Marina".
Por tanto preferimos atribuir a una voluntad deliberada del fundador y del constructor la selección de un lugar que no ha estado aún tocado por las invadentes fábricas imperiales. Y el lugar cerrado y recogido parecía que estaba de acuerdo con el espíritu de la vida monástica, sobre todo entonces que la población de Capri estaba a su vez recogida en su recinto amurallado y las pendientes, a su alrededor desiertas, eran amantes de pinos y de olivos que extendían por el margen de la terraza, la curva de la costa no permitía empujar demasiado más allá de la vista: por un lado la ladera abrupta del Castiglione, inciso hoy por la "Via di Augusto", por otro las gullas gigantescas de los farallones cerraban el horizonte.
Probablemente también una prudente medida de defensa contra la temida amenaza de los asaltos de los sarracenos aconsejó ocultar el edificio en esa bajura en lugar de colocarlo en un lugar sobresaliente y eminente sobre las colinas.
Giacomo Arcucci conde de Minervino y de Altamira, secretario de la reina Juana I de Nápoles entre 1371-74, de la familia más noble de Caprifue, fue fundador de la Cartuja: a esta familia pertenece Eliseo Arcucci conde de Capri que fue almirante de Federico II.

Potente y rico feudatario, el conde Giacomo Arcucci construyó la Cartuja de San Giacomo por gracia de un primer hijo nacido de su mujer Margherita Sanseverina y, como favor a la reina, la dotó de bienes y donaciones, y con bulas papales de privilegios y prerrogativas eclesiásticas para asegurar perpetuamente el patrimonio temporal y espiritual.

Pero era destino que el primer gran constructor de la Capri medieval después de la Capri romana de Tiberio tuviera también una suerte desventurada; que involucró a Arcucci en la crisis de la monarquía angevina, expoliada la reina Juana del reino y trágicamente asesinada (1381) él también se convirtió en proscrito y privado de sus bienes y obtuvo por gracia poder ser acogido como peregrino y huésped en esa misma Cartuja que tan ricamente había dotado, pagando a sus mismos cartujanos el precio del rescate del hijo Jannuccio prisionero, a cuyo nacimiento se debía la fundación. El conde Giacomo Arcucci transcurrió sus últimos años de vida monásticamente, muriendo el año en el que subía al reino de Nápoles Ladislao de Durazzo (1386); y fue a lo mejor el único gran penitente del monasterio, que la Cartuja, cada vez más rica de bienes y de tierras, habitada por pocos monarcas, servidos por muchas familias, terminó por ser la verdadera moderadora de la vida agrícola y económica de la Isla de Capri con las ricas rentas y tributos que incautaba de la isla y de los bienes que poseía en tierra firme, y con las donaciones y las subvenciones que más o menos generosamente distribuía entre las familias más pobres de la isla.

Saqueada e incendiada en 1553 por el corsario Dragut, se restauró y amplió en 1563 erigiéndose una torre de vigía y de defensa con vistas al mar; enriquecida aún más por los legados de los muertos de la peste del 1656, su próspera suerte terminó por suscitar vivas luchas y contrastes con el clero y el obispado de la isla, bastante más pobre y necesitado, de modo que en 1807, cuando Giuseppe Bonaparte decretó la supresión de los conventos y la confiscación de sus bienes los habitantes de Capri acogieron el final de su gran Cartuja sin excesivos lamentos; tuvo que llegar la restauración borbónica para devolverle la vida.

Pero antes de que en 1808 los cartujanos abandonaran el monasterio, cayó la torre que se había erigido contra los corsarios en 1563 así como pocos días antes de la muerte de Tiberio se derrumbaba la Torre del Faro de Villa Jovis. En todo caso, ese abandono marcó la ruina del monumental monasterio que, a semejanza de las villas imperiales, se destinó a lugar de destierro: de baño penal (1815) a hospicio de inválidos, de Hospicio a confín militar de una Compañía de disciplina (1860); ni con las restauraciones hechas ni con las restauraciones a realizar se puede decir que la Cartuja haya encontrado un destino consonante a la excepcional importancia que tiene en la historia y en la arquitectura de Capri.

Desconocido el arquitecto del primer edificio, y desconocidos los arquitectos de las sucesivas ampliaciones, la Cartuja revela su inconfundible carácter capriota con la grandiosa extensión de sus bóvedas de cubierta que indican, con la plástica evidencia de las extradosados, el sometido organismo de las bóvedas de arista, en cañón y claustral; así que para su segura fecha de datación, éstas constituyen el primer capítulo de la arquitectura cabriota. La planta, por cuanto vasta y compleja, se desarrolla claramente en sucesivos cuadrados aislados e incluso comunicantes entre ellos:

1) el claustro en torno al cual se desarrollan las partes más antiguas y monumentales del monasterio: la iglesia y el refectorio;
2) el claustro grande con las instalaciones de las celdas monásticas;
3) el barrio de los almacenes y de los servicios;
4) el barrio del prior.

Se confirma de acuerdo a los históricos locales que los constructores habrían tomado como modelo para la Cartuja de Capri la Cartuja de San Martino de Nápoles pero, en realidad, si se exceptúa el claustro grande, que se añadió en la segunda mitad del s. XVI y probablemente con ocasión de las restauraciones de 1563 y que repite en el pórtico arcado y pilares el mismo esquema del más grande claustro de San Martino, la Cartuja de Capri es uniforme más que otras a las plantas de los monasterios cistercienses, que por su regular distribución de ambientes en torno a las áreas descubiertas o porticadas recuerdan en sustancia a las villas romanas con sus peristilos. Bajo este organismo sólido y sustancialmente unitario de volúmenes y formas geométricas despunta como un capricho excéntrico del setecientos la Torre del Reloj con su rizada cúspide triangular, como la cúspide de una gulla napolitana y, siguiendo el gusto popular de la traducción en fábrica de un modelo metálico, es el último toque que el artesano de Capri dio a su Cartuja. Una rampa conduce a un Torre de vigía con sus típicos merlos redondeados y en el vestíbulo de la iglesia. Antes de la luneta del portal, en un fresco del s. XIV, se representa la ceremonia de la dedicación: La Virgen con el niño entre San Brunone y San Giacomo: al lado de San Brunone, en acto de plegaria, la reina Giovanna; al lado de San Giacomo, el conde Arcucci ofreciendo un modelo de la Cartuja que por otro lado el pintor quiso representar coronada de cúpulas en lugar de cubierta de bóvedas de arista. El interior está formado por una simple nave y ventanas altas de un arco a lo largo de la nave y ventanas con tres arcos en el ábside, está dividido por pilares y por centenares de travesaños en tres sucesivas naves de crucero con un sencilla arista viva sin ningún resalto de nervuras.
afortunadamente ni los pocos fragmentos de pintura del s.XVIII tardío en las paredes ni las decoraciones de estuco del ábside prejuzgan la sencilla y solemne sobriedad basilical del interior tan poco conforme con los modelos góticos de la grandes iglesias del s.XIV napolitanas.

"Storia e Monumenti", Amedeo Maiuri, I.P.Z.S.

Como llegar
Desde Piazza Umberto I por Via V. Emanuele, Via F. Serena y Via Certosa (10 min).

Visita: 9:00 - 14:00 / 17.00-20:00
Lunes cerrado

¤ 4,00